El desayuno con Elio Berhanyer
El legendario diseñador cordobés, que este mes cumple 89 años, repasa la
historia de la moda, que él contribuyó a escribir

De familia pobre y autodidacta, ¿cómo llegaste a la moda?
Por casualidad. Después de muchas profesiones y mucha hambre, entré a trabajar de botones en una agencia de publicidad de Sevilla. El dibujante se enfermó, me pidieron que lo cubriera y me dieron su trabajo. Tuve que dibujar las colecciones de Pa- rís y Nueva York y luego escribir las crónicas –yo, que nunca fui al colegio, aprendí a leer y escribir con 14 años–. Me lo inventaba, era todo mentira (ríe), porque no viajaba a ningún lado.
Siempre tuviste esa imaginación increíble; te cambiaste el apellido con 9 años…
Mi padre, al que fusilaron cuando yo era un niño, me puso un nombre muy raro –Elio significa sol en griego–. Yo decidí que tenía que inventarme la otra parte.
¿Y fue como crear una segunda vida?
Sí. Primero probé como escaparatista, e hice dos vestidos para una peluquería de Elizabeth Arden. Su hermana heredó la marca y compró dos por 50.000 pesetas cada uno (una fortuna) para la tienda de Nueva York y me llamaron para que trabajara allí con ellos, pero como no hablaba inglés, dije que no. A cambio, propuse a un chico que hacía unos dibujos maravillosos en Herrera y Ollero y se fue él. Era Oscar de la Renta.
Llegaste a decir que no a Dior.
Cuando Yves Saint Laurent, trabajando en Dior, volvió del servicio militar, le ofrecieron abrir su marca y la jefa de los talleres de Dior, una española llamada Carmen Garrigues, me mandó un avión para ir a una entrevista. Me propusieron llevar la casa, pero no quise abandonar España.
¿Qué ha sido lo mejor de tener tu firma?
En más 70 años de profesión, todo lo he dirigido personalmente: accesorios, maquillaje, peluquería. Nunca labios rojos para que no compita con el rojo en la ropa, nunca pelo suelto porque mis ves- tidos de noche llevan la espalda desnuda. Siempre me he metido en todo.
¿Qué es la elegancia para ti?
La elegancia no tiene que ver conmigo. Yo puedo vestir a una mujer maravillosamente, pero la
elegancia la tiene que poner ella. Una mujer puede ser elegante totalmente desnuda.
¿Quién fue tu musa?
Hubo muchas, pero la Condesa de Romanones solo se vestía de mí. Cuando murió Yves Saint Laurent le preguntaron cuántos trajes de él tenía y se enfadó mucho. “Solo he vestido de Elio”, dijo.
También Ava Gardner fue muy fiel a ti.
Y una gran amiga. Era una persona maravillosa y la mujer más guapa que he visto. Le encantaba el flamenco y salíamos mucho en Madrid. Cuando venía a medirse la ropa, llegaba desnuda. A mi probador le sudaban las manos.
Medalla de Oro a las Bellas Artes, Premio Nacio- nal de Diseño… ¿Dónde guardas tanto galardón? Por ahí andan todos (ríe). España se ha portado muy bien conmigo, pero hay que premiar a los que empiezan, no a los que terminan.
Uno de los tres uniformes que diseñaste para Iberia ganó compitiendo con uno de Balenciaga para Air France.
Había una imagen terrible del país tras la Guerra Civil, y las azafatas eran embajadoras de España. Yo tenía que cambiar esa percepción. Por eso, pedí que quienes hacían los guantes de Dior hicieran también los del uniforme, usamos las mejores lanas, estampamos las camisas en punto de seda, incluimos detalles como espejos de aumento en bolsos de piel… Todo era lujo.
¿Sabes que las azafatas salían con tu uniforme?
En Nueva York las paraban para saber dónde se vendía lo que llevaban.
¿Cómo es tu propio estilo?
Antes me preocupaba de vestirme y me hacía la ropa en Londres. Luego me cansé. Yo me tengo que dedicar a que brillen los demás, no a mí mismo.
¿Crees que tu padre te dio con tu nombre esa misión?
Siempre he pensado que el que diseña no soy yo, sino mi padre. Él está en mí (se le aguan los ojos). He tenido dos grandes amores en mi vida, además de mis hijos y nietos: mi padre y mi trabajo.